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martes, 27 de noviembre de 2012

ARTÍCULO DE OPINIÓN "El destino nos ata y nos desata" Por Amelia Peco Roncero


ARTÍCULO DE OPINIÓN "El destino nos ata y nos desata" Por Amelia Peco Roncero

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ARTÍCULO DE OPINIÓN 
"El destino nos ata y nos desata"

Por Amelia Peco Roncero


Fue en este verano de 2012 cuando me llegó el libro: “El destino nos ata y nos desata” de Juan Calderón Matador.
Era para mí la opera prima de dicho autor. Lo abrí al azar porque es así como me gusta descubrir un poemario cuando me enfrento a él por primera vez. Siempre confío en ese poema elegido al azar porque, probablemente, los siguientes sean de la misma calidad, o no.
Así fue como llegué a este libro, del cual daré la opinión que me ha merecido su lectura. No hablaré del contenido por coincidir en el análisis que hace Blas Muñoz Pizarro y sería repetirme.
Sobre lo que es poesía, en estos últimos años de cambios, en cuanto lo que es o no es una obra de arte, hay mucho que cortar y, no siempre, ni los mismos poetas estamos de acuerdo en definir exactamente tal concepto. Por tanto, hablaré de mi percepción, como no podía ser de otra manera.
Como les decía, cuando abrí el libro de Juan Calderón y leí ese primer poema: “Sentimientos” Fuerte es el  viento que me empuja/ en dirección al hueco de tu pecho/. Sentí que el siguiente verso me invitaba, por su cadencia, a seguir leyendo.
Al terminar de leer dicho poema recordé uno de los párrafos escritos, en El Nombre de la Rosa, por Umberto Eco, sobre la belleza con respecto a la luz; cito textualmente: Porque de tres cosas depende la belleza: en primer lugar, de la integridad o perfección, y por eso consideramos feo lo que está incompleto; luego, de la justa proporción, o sea de la consonancia; por último, de la claridad y la luz, y, en efecto, decimos que son bellas las cosas de colores nítidos. Y como la contemplación de la belleza entraña la paz, y para nuestro apetito lo mismo es sosegarse en la paz, en el bien o en la belleza, me sentí invadido por una sensación muy placentera…
Un concepto similar me arrastró a seguir leyendo la serie de poemas que conforman el libro de Juan Calderón; en este caso, para mí, el sentido era más amplio, ya que las palabras me llevaban a la luz, al ritmo, a la sintonía y a la armonía.
Las palabras en este poemario, son como un río que fluye, están colocadas de tal forma que tienes la sensación de que al autor no le ha llevado trabajo ni tiempo, llegar a colocarlas tal como están; recuerden aquello de la difícil sencillez…  Pues esto ocurre en El destino nos ata y nos desata, en cada uno de los poemas que lo componen. Cada palabra tiene su sintonía con la siguiente.
Aquellos que cada día trabajamos con las palabras sabemos lo arduo que resulta el camino que hemos de recorrer para encauzarlas, para saber dónde has de colocar cada una de ellas para dar al lector el mensaje que deseamos. Pero el más difícil todavía llega cuando nos enfrentamos a un texto poético, donde el concepto ha de alinearse con la forma para, así, llegar al ritmo.
Cuando leo un poema y el lenguaje y la forma funcionan al unísono, cuando la musicalidad me impulsa a seguir leyendo sin ningún tipo de tropiezo, no me cabe la menor duda de estar ante un texto poético, como es este caso, de calidad.

Quiero felicitar desde esta revista cultural a Juan Calderón Matador por su poemario El destino nos ata y nos desata.
Se ve en cada uno de estos versos que Juan Calderón siente amor por la palabra. Creo que lo ha dejado patente en este libro.
Y es que la palabra, cuando sabemos modelarla y hacerla ágil, la convertimos en una obra de arte.
Bajo mi punto de vista, en este poemario, el objetivo está conseguido.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El destino nos ata y nos desata, reseña de Ana María Castillo Moreno


El destino nos ata y nos desata, reseña de Ana María Castillo Moreno



El destino nos ata y nos desata, reseña de Ana María Castillo Moreno

Leo y releo con curiosidad y deleite este poemario de Juan Calderón Matador y me reafirmo en la opinión que al acercarme sus primeras obras tuve sobre él: una persona dotada de una gran sensibilidad y buen gusto, amén de la  maestría necesaria para imprimir en sus poemas estas preciadas cualidades.
Hay en el prólogo que le dedica Blas Muñoz Pizarro un párrafo, el último, que resume de un modo bastante acertado el contenido y el continente de esta obra en particular y de su quehacer artístico en general: “…un viaje intenso hacia la verdad y hacia el amor. Y, sobre todo, un poemario en el que la palabra alcanza una madurez poética sorprendente: esa que consigue, si sabemos buscarla, en justa correspondencia, llevarnos a su altura y a su centro. Como el amor.” Espléndidas palabras. Esta obra de Juan Calderón es, ante todo, una expresión de amor hacia sí mismo, primero y, como prolongación de la reconciliación amorosa con uno mismo, una expresión de amor hacia la humanidad.
El destino, en efecto, nos ata y nos desata en un vaivén de búsquedas, encuentros, desencuentros, olvidos y memorias.
Antes de centrarme en la lectura, sentí curiosidad por conocer su estructura y me agradó ver que los poemas están agrupados en diferentes partes; lo cual me llevó a pensar en la existencia de un argumento, una progresión en el discurso, no una mera sucesión de poemas. Esta característica aporta a la obra la intensidad y la calidad de un trabajo meditado, interiorizado.
Al hojear el  libro, me llamó la atención la cantidad de citas con las que inicia cada una de las partes. Ellas sitúan al lector, de algún modo, en la antesala de lo que va a leer a continuación. Son reflexiones hermosas, tanto en la forma como en el contenido, pero en nada imprescindibles a la hora de aportar valor a este poemario, pues los poemas que lo componen se bastan por sí solos para dibujar el alma del que los escribe.
Por fin, me adentré en los versos. Fue llegar al tercero y sentir de inmediato la complicidad con el autor: “Es verdad/que el tiempo y sus conjuros nos robaron/el fuego del origen/…” Es este verso, “el fuego del origen”, el que despertó aún más mi curiosidad por conocer el contenido de este poemario. ¿Se referirá Juan al momento anterior al nacimiento, cuando elegimos, decidimos la vida que hemos de vivir? ¿Hablará este libro también de vidas anteriores a esta vida en la que repetimos encuentros, amores y desamores que al nacer olvidamos? Al acabar la lectura de este libro, así lo pienso. Al menos es el ángulo desde el que a mí me ha llegado. El poema, como toda obra de arte, tiene la mágica capacidad de transmitir tantos mensajes como personas se acerquen a él. Es más, a una misma persona, incluso al mismo autor, le despertará sensaciones diferentes en los diferentes momentos en los que lo lea.
Si tuviera que resumir el contenido de este poemario, diría que el mensaje es el siguiente: al nacer venimos con un destino elegido por nosotros. Cumplimos con este destino, la mayor parte del tiempo, de un modo inconsciente. Hasta que nuestra alma empieza a despertar, a recordar, a intuir que nada es casual, que todo viene a nuestra vida para completar el puzzle. Es entonces que empezamos a saborear el momento, a reconocer al otro, a reconocernos en todo y en todos. Es entonces que comprendemos que el origen y el final es siempre el mismo. Podríamos vivir miles de vidas y en todas ellas el objetivo sería uno: EL AMOR.

“EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESTA” está dividido en tres partes: La inquietud de la espera. Lo que fuimos antes de que la barca cruzase la otra orilla. Cerrando el círculo.

A lo largo de ellas, la distancia del autor frente al discurso es totalmente coherente con la imagen del círculo: comienza hablando en primera persona, continúa haciéndolo en tercera y finaliza de nuevo con la primera.

-En la primera parte, el yo se dirige a un tú.

El primer poema, “Corriente”, resume el sentido de la vida y deja bien clara su intención de vivirla, de saborearla: “que hay mucho que vivir/y el río corre en calma.”(pag.25)
Hay en esta parte poemas magníficos, como “Lluvia”, en el que nos dice que los años nos van modelando con la intención de lograr la sintonía que nos ayude al reconocimiento de lo que somos. Para alcanzar esta sintonía, es preciso tener “el zurrón vacío”(pag.29) y así, libre de ataduras, gozar de lo sutil, “Ya sólo me alimento de tu aroma”.(pag.30)
En los poemas “Presentimiento” y “Certeza” se expresa el vislumbre del conocimiento y luego la seguridad de lo presentido. Son poemas maravillosos en los que el autor nos sorprende con versos como: “Me pregunto cuál es tu nuevo rostro,/…/y sé que hemos de hallarnos/para cerrar el círculo/que no supimos concluir entonces.”(pag.34) “Borracho estoy de sol y espuma fresca/en esta soledad en la que espero/seguro de que hoy/regresarás de siglos.”(pag.35)
Hay un poema, el penúltimo, que llama la atención por su brevedad en comparación con los otros. Se trata de “Libretos”. Está sabiamente colocado casi al final de este período de búsqueda, porque en este instante de reencuentro con el otro se hace preciso comenzar casi de cero “en pergaminos nuevos”(pag38).
Termina esta primera parte con “Signos” y, dentro de él, con el verso “Abandona los lastres.” (pag39). No existe otro modo de acercarse al amor.

-En la segunda parte, habla en tercera persona.

Toma distancia y contempla a los amantes en otro tiempo, en otra vida, con otros rostros y otros cuerpos. A  través de poemas muchos más breves que los anteriores, nos da cuenta del gozo del encuentro amoroso y el dolor de la separación por la muerte. Impresionantes imágenes se suceden a lo largo de estos versos: “y el amor/ se quedó a medio hacer en los fogones.”(pag50),  “desde su traje/de tablas y barniz,/laberinto de rostros y carcoma,”(pag52), ”Ella se abrió la voz/con un muñón de hormiga…”(pag59), “Los pensamientos, como humo,/dibujan cicatrices en el tiempo.”(pag60).
Se habla de muerte y de un encuentro con la Luz. En el precioso poema titulado así, “Luz”, en el que se describe el encuentro con el Paraíso de un modo que sobrecoge por la delicadeza, la ternura.
Hay un solo poema, en esta segunda parte, en el que el autor deja de expresarse en tercera persona para dirige a un tú. Se trata “Reencuentros”. Aquí descubrimos otra de las claves del poemario: en otra vida, los amantes de ahora, también se habían amado y, a pesar de la muerte, algo que perdura en la memoria impulsa a “…planear reencuentros/fechados en ignotos calendarios.”(pag56)

-En la tercera parte, vuelve a manifestarse como protagonista del verso dirigiéndose de nuevo a esa segunda persona.
  
Se cierra el círculo. Los amantes se reconocen. Con este mensaje comienza: “Y ahora que ya sabes quiénes somos/regrésame a la llama, lumbre hazme.”(pág.65)
Destaca en esta parte un poema estupendo, SEÑALES, poema cuya brevedad, solo cuatro versos, contrasta con la extensión del primero y el tercero, entre los que está situado. No me resisto a escribirlo aquí: “Hay señales de Dios/en tu mirada./Mi vida es oración/a ese linaje limpio de tus ojos.”
  ¿Qué más se puede decir? Todo queda tan claro, la conclusión es tan sabia, tan completa…
Se suceden imágenes sugerentes, bien trabajadas, como en el resto del poemario. Por citar algunas: “…/poniéndole calor de corazón/al alabastro de la vida,”(pág.67) “Me aquieto en la hondonada de tu vientre/y allí, al amor del emparrado,/desgrano los pezones,  sin apremio, como un ramo dulce de ternura.” (pág71) “Tú me tejes los días/con las hebras de mosto de tu pubis.”(pág. 74)”Tu voz es un abismo/por el que me descuelgo amablemente/hasta el balcón del alba.” (pág.78)
Acaba con “Pactos”, en el que le insiste  a su amante en la seguridad de que se han reencontrado para cumplir con un pacto que ya no debe ser aplazado. Así que “Esta vez ha de ser definitiva,/cumplamos nuestros pactos legendarios.” (pág.81)

“EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA” es un poemario delicado, bello en el fondo y en la forma, profundo. Los versos se deslizan ante los ojos y los oídos del lector envueltos en un ritmo suave, sugerente, proporcionado por la sabia combinación de heptasílabos, pentasílabos y endecasílabos. Alternan en el libro poemas largos con poemas breves, siendo en estos donde, en mi opinión, la obra alcanza mayor lirismo.

Mi enhorabuena al autor y a todo aquel que tenga a bien acercarse a estos versos.


                                                  Ana María Castillo Moreno