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ÓLEO DE ANA MUÑOZ |
NIÑO SOÑANDO CARICIAS
Ya muy temprano supe
que la vida tenía
un sabor a membrillos
-y a mí no me gustaban-
No guardo buen recuerdo de aquel tiempo,
igual que no lo guardo de mi padre
que a veces olía a vino,
a historias de tabernas,
y a mujeres
que llamaban “perdidas” en el pueblo.
Yo inventaba su amor
-aquel que no sabía demostrarnos-
y soñaba caricias
en su mano gigante.
En una siesta de verano,
al contemplar furtivo,
sobre el manso oleaje de la cama,
su cuerpo despojado
y el sexo que irrumpía misterioso,
se decidió mi porvenir impuro.
Acepté mi destino.
Juan Calderón Matador
(Del libro "Eco de niño para voz de hombre", Ediciones Cardeñoso, 2003)
8 comentarios:
Juan, creo que este poema es soberbio. Me identifico plenamente con la voz que redacta estos versos, ya lo sabes... Un fuerte abrazo, amigo.
Amigo Marcos, en la vida, como en las películas, las historias se repiten. Pero también, como en el cine, la vida sigue y además sigue siendo bella. Un fuerte abrazo
Vengo a través de un blog amigo y realmente, me he quedado impresionada de la belleza de estas letras, de este espacio.
El "niño soñando caricias", resulta un insulto a la inocencia, a la falta de amor...
Felicidades por toda tu obra maravillosa, que tan generosamente nos regalas!
Saludos, Foto y Luz
Muchas gracias AomaraLuz. Eres muy generosa enjuiciando mi obra. Es un placer compartirla contigo. Que la luz siempre esté en tu vida.
Crudo y sincero. Rotundidad en el lenguaje de unos versos que invitan a seguir leyendo. Sigue habiendo amor en el poema...aunque sea añorado. Un saludo.
Francisca, el amor es el motor de la vida, cuando ya no lo hay no merece la pena seguir adelante. Gracias por transitar por mis versos. Abrazos
Juan, encontré tu blog de casualidad y me quedé impactado con este poema.
Me quedo acá. Un abrazo
No sabes hasta qué punto me impactó lo que acabo de leer...
Hay hechos que por repetirse, no son menos dolorosos. Saber qué hacer con lo que nos hicieron, determina en mucho nuestra actitud en determinados aspectos del resto de nuestra vida.
Un abrazo.
Geles Calderón
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