Reseña del poemario EL DESTINO NOS ATA Y NOS DESATA, por Soledad Cavero
"Los dados del destino" Técnica Mixta (Javier Bueno) |
por Soledad Cavero
Cuarenta y cuatro poemas, divididos en tres partes, componen este nuevo libro de Juan Calderón Matador, titulado El destino nos ata y nos desata.
No sé si el poeta eligió este número por ser capicúa o lo hizo guiado por el simbólico atributo que pudiera aportar a su obra. La capacidad que Juan Calderón tiene al descorrer el velo que oculta el misterio del amor, nos hace sospechar que no hay nada gratuito en estos versos. El poeta conoce bien el oficio y se sumerge de lleno en las turbulentas aguas del amor, sintiéndose arropado por el descubrimiento de lo verdadero. El destino es el enigma que el tiempo va desgranando, según sus propias sensaciones van acoplándose a la verdadera llamada del amor. El despertar de los sentidos ante la belleza de la entrega no conoce más camino que la autenticidad. Camino que no por ser a veces fácil deja de modelar el Ser como el agua modela la piedra más dura: “ Así los años/ sobre la piel nos rulan/con una decisión de modelaje”, nos dice Juan arañando el paso del tiempo como vía de desarrollo interior y conocimiento de sí mismo. A veces le atenaza el desaliento, como si el destino evanescente se diluyera en la opacidad de lo cotidiano, haciéndole regresar hacia el pasado: “Contra un pecho que vive de añoranzas/ y esta vida con vocación de muerte”, expresa convocando el amor en un halo de ternura y desengaño al mismo tiempo. Desengaño translúcido porque al fondo de esa realidad existe un conocimiento de la realidad amorosa.
El paso de los años y el poder de lo imprevisible van asociados . El tiempo, según los instantes vividos, se dispara o detiene dentro de la observación interior. El enigma del misterio amoroso rompe fronteras para indagar en el NO tiempo más allá del círculo de una vida: “Se ha detenido el tiempo/ que nos ata y desata,/ porque yo te conozco/ igual que tú me sabes”, manifiesta en el último poema de la primera parte, mucho más intimista que las otras.
En los poemas de la segunda parte Juan Calderón continúa con cierta nostalgia : Se despide con tristeza de la perdida inocencia y recuerda que: “Los ojos de los muertos/ son un largo pasillo” No sin hacer regresar antes del silencio a la persona que en momentos determinados dejó sus huellas marcadas para siempre. Las imágenes simbólicas de estos poemas nos conducen hacia el pasado también, pero algunas lo hacen como desde el filo de un espejo en el que desapareciera al final la propia imagen. Hombre y mujer parecen enfrentarse a un desafío . La interpretación del poema “Nombre” (Pag,59) por ejemplo, habría que hacerla desde un abismo, dadas las resonancias surrealistas que tiene. De ahí que ciertos poemas nos introduzcan de lleno en el misterio personal de la interpretación: “Ella se abrió la voz/con un muñón de hormiga y de la llaga/emergió como incendio/ un hombre varonil, que se hizo grande/ hasta engullirla entera”. El lenguaje, cargado de signos, aflora para hacernos profundizar en las múltiples asociaciones que contiene.
En la tercera parte el poeta aborda con sencillez lo cotidiano del amor y los hechos de la vida. Escritos estos poemas en segunda persona del singular la ternura emerge en el despertar de cada día “Huele a café y pan tostado./No hay rincón en la casa/ donde el amor no asome”, afirma saludando la mañana agradecido. La vida es celebrada como un regalo, aunque sabe que el amor es frágil y el viento puede “Agrietar la techumbre”. Sin embargo, el poeta asume una vez más el destino y afirma convencido que traemos una “ Misión oculta”.
La desnudez y conocimiento del lenguaje utilizado, dentro del simbolismo que nos transmiten ciertos poemas, nos estimulan a seguir estas páginas con verdadero interés . No en vano Juan Calderón ya tiene un largo recorrido poético. El libro se cierra con estos versos: “Hazme caso y permite que el amor/ haga su nido en nuestra playa”.
Soledad Cavero